En la educación de sus hijos, los padres deben enfrentar de manera constante una serie de desafíos que ponen a prueba su capacidad de resolución y tolerancia. Una de las tareas más difíciles a las que se deben enfrentar es a los métodos de disciplina que emplean para educar a los pequeños.
Lo cierto es que los métodos que se utilizan para impartir disciplina están muy ligados a la personalidad de cada uno, la forma en que fue educado y el nivel tanto educacional como socioeconómico. Esto último se debe a que el entorno social en que se desenvuelve una persona, influye en los patrones de conducta que éste desarrolla.
Pero como la educación de los hijos no es cosa de una sola persona, sino una decisión de pareja, algo fundamental es que los padres, quienes son los adultos responsables de la familia, conversen respecto a la mejor manera de disciplinar a sus hijos. Este consenso también es aplicable a las exigencias académicas que se ejerzan sobre los pequeños, la que deberá ser constante desde el inicio de su etapa escolar, guardando las proporciones en cuanto a su edad.
Una regla inalterable en esta materia es que los adultos, es decir los padres, no deben contradecirse frente a los menores. Ejemplo de ello es que si la madre dice que antes de los juegos, deben realizarse las tareas, el padre no puede llegar luego a decir lo contrario o dar permiso para jugar sin antes preguntar cómo van los deberes.
En lo que respecta a la educación de sus hijos, hay ciertas reglas que los padres no deben transar, cosas que no dependen del estado de ánimo o de la relación de pareja o los problemas laborales. Recuerde que la educación de los niños no se inicia cuando éste inicia su etapa escolar, ni se limita a las horas que éste pase en la escuela.
Por otra parte, y pese a que era común hace algunas décadas, el castigo físico a los niños es algo que bajo ninguna perspectiva se acepta, y mucho menos cuando se trata del aprendizaje. El buen o mal desempeño escolar no deben ser vistos como moneda de cambio para dar un buen trato a sus hijos.
Un ambiente de aprendizaje marcado por relaciones positivas y comprensivas entre padres e hijos, permite que los pequeños se sientan más confiados a la hora de plantear sus dudas y celebrar sus logros.
También es necesaria una actitud comprensiva ante las limitaciones de sus hijos, así como se deben reconocer sus aciertos también es necesario interesarse por lo que está afectando o condicionando su aprendizaje. De ser posible, en casa hay que emplear métodos más didácticos de enseñanza, recurrir a situaciones cotidianas para aprender matemáticas por ejemplo, o privilegiar juegos que, además de entretener, potencian ciertas habilidades de los niños.